Resistir en las redes es saber cómo funcionan
Interiorizar la imagen de X como el entorno salvaje en que el que se ha convertido es el primer paso para adaptar nuestra actividad en esta plataforma, si es que aún nos merece la pena


Siempre he encontrado enternecedora la afirmación de que Twitter es el nuevo bar del pueblo al que las personas acuden para departir un rato y comentar la actualidad. Posiblemente hubo un tiempo en que fue así, hace dos décadas, cuando la desinformación y el odio no habían podrido aún nuestros teléfonos móviles. Por entonces eran mayoría los curiosos que usaban sus perfiles en las redes para informarse, seguir la actualidad y entrar en contacto con otros usuarios con los que mantener cordiales conversaciones e intercambios de ideas.
Si un día existió como tal, aquel bar del pueblo se ha transformado ahora en un salón del salvaje Oeste tomado al asalto por los matones del lugar que ocupan la mayor parte del local mientras se cuecen a whisky con las botas sobre la mesa y vociferan e insultan al resto de los clientes que guardan, en su mayoría, un prudente silencio. De vez en cuando hay gresca de la gorda, pero sin consecuencia alguna. Al terrateniente Musk, dueño del salón, llamado ahora X, le gusta que sus amigotes reinen en el local y campen a sus anchas.
Interiorizar la imagen de X como el entorno salvaje en que el que se ha convertido, es el primer paso para adaptar nuestra actividad en esta plataforma, si es que aún nos merece la pena. En el siglo XXI es necesario aprender a usar las redes sociales como quien aprende a conducir. Instruirnos sobre cómo sacarles todo el partido al tiempo que nos protegemos y protegemos nuestras democracias de sus disfunciones. Lo que no aprendamos nosotros, lo aprenderán otros. Si la extrema derecha mundial ha hecho de las redes sociales la estructura nodriza sobre la que han logrado asentar, e imponer, sus batallas culturales, semánticas y digitales es porque se han preparado concienzudamente para ello. Y siguen haciéndolo.
Las listas del odio en X nos ofrecen un buen ejemplo de cómo las esferas ideológicas ultras transforman herramientas de la red social para adaptarlas a sus fines. En sus orígenes, las listas de X se utilizaban, y aún se utilizan, para agrupar perfiles interesantes en virtud del criterio deseado: periodistas económicos, inteligencia artificial, corresponsales en la Casa Blanca o museos de arte de todo el mundo. De esta forma es posible localizar rápidamente las publicaciones de las cuentas que queremos consultar sin correr el riesgo de perdernos en un scroll infinito. Esto es lo que sucede en X cada vez con más frecuencia. Elon Musk ha retocado el algoritmo de tal manera que se cuelan en nuestro menú publicaciones del propio Musk o de cuentas desconocidas o carentes de interés.
Los odiadores de X han encontrado en las listas la forma de no perder de vista a los usuarios que son blanco de sus insultos o coacciones: políticos de otros partidos, simpatizantes de otras ideologías o periodistas. El nombre que asignan a dichas selecciones son ya una declaración de principios. Así encontramos la lista “Periodistas subnormales” “Feladores del Gobierno”, “Oligofrénico subvencionado” o “Charos del PP”. Estas atalayas para los discursos de odio crecen y crecen con total impunidad ante una total ausencia de moderación por parte de X y el desconocimiento de los usuarios afectados. La mayoría de ellos ignoran que han sido incluidos en estos disparaderos. Tampoco saben que existe una forma sencilla de evitar ser fisgoneados cutremente. Basta con bloquear las cuentas de aquellos que han elaborado las listas de odio.
La periodista francesa Salomé Saqué ha colocado entre las listas de los libros más vendidos en su país un pequeño ensayo, Résister (editorial Payot), en el que subraya la necesidad de comprender los engranajes que han permitido la progresión de la extrema derecha en el mundo para poder defender la esencia de nuestras democracias. Según Saqué, todos los ciudadanos, los verdaderos actores del proceso de reacción, necesitan huir de una falsa neutralidad, evitar el veneno de la indiferencia y recurrir al conocimiento y la diversidad informativa como contrapoderes esenciales. Saber para resistir.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
